Estoy derramado
adentro, sin las sombras
con los pájaros que revolotean
sin voz, lleno de agua
en las comisura; delgadez de la lengua
puesto en el filo del reloj antiguo
que marca su otredad
con la mirada leopardina, y el vino
que conversa el Támesis lluvias del verso inglés,
a las puertas sagradas
símbolos tintos vertidos;
castillos lívidos y sus desnudos reales
en la aurora;
Saldos de una noche que no termina,
de manos vacías.
las velas que aún encandilan el
camino; la ida y la vuelta santa
donde el túnel es temido
en su oscuridad y la brillantez de dos rubíes que asedian la cruz.
El mar soy yo, somos nosotros
y no hay otro, sino yo, nosotros
y no hay túneles que no sean de agua
solo que son tiempo detenidos.
A la espera del viento a la espera del canto, esperan el polvo
del poema que aún esta vivo
esperando ser presa de su luz
para escapar, derramado
y clavar en los olivos santos su religiosidad.
Esa luz se tiñe en el papel
y borra las líneas que nos separan.